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Biofilm
Aunque limpies superficialmente el comedero y el bebedero de tu perrete, es posible que estén acumulando una capa peligrosa y prácticamente invisible: el biofilm.
¿Qué es el biofilm?
Se trata de una película delgada, pegajosa y estructurada compuesta por bacterias, hongos, saliva, restos de comida, minerales del agua y otros microorganismos. Estas colonias se adhieren a superficies húmedas y se protegen dentro de una matriz polimérica que las hace resistentes al enjuague común o a desinfecciones leves.
Diversos estudios, como los de Donlan & Costerton (2002, Clin Microbiol Rev), explican cómo el biofilm puede volverse altamente persistente y patógeno si no se elimina mediante fricción y productos adecuados.
¿Por qué es un problema?
El biofilm puede contener bacterias potencialmente patógenas como E. coli, Salmonella, Listeria o Pseudomonas. Su ingestión puede alterar el equilibrio intestinal y aumentar el riesgo de enfermedades digestivas. En perros con el sistema inmunológico debilitado, puede favorecer infecciones cutáneas, bucales o digestivas. Además, se acumula también en fuentes de agua si no se limpian con regularidad.
¿Con qué frecuencia debe limpiarse el comedero y bebedero?
Es recomendable lavar estos recipientes diariamente. Al menos una vez por semana, se debe realizar una limpieza más profunda con agua caliente (idealmente por encima de 60 °C) y jabón o vinagre blanco como alternativa natural. Solo enjuagar con agua no elimina el biofilm, ya que se requiere una acción mecánica, como la fricción con un estropajo o cepillo.
¿El alga Ascophyllum nodosum (kelp) ayuda a combatir el biofilm?
Este alga marina contiene polisacáridos y compuestos fenólicos con actividad antibacteriana que pueden reducir el biofilm en la boca del perro (Gawron et al., 2016). Sin embargo, no actúa sobre objetos externos como comederos o bebederos, por lo que la limpieza física de estos sigue siendo esencial.
Consejos adicionales
Se recomienda optar por boles de acero inoxidable u otros materiales de uso alimentario, ya que son menos porosos, resisten mejor la proliferación bacteriana y son más fáciles de desinfectar que los de plástico o cerámica, que pueden presentar microfisuras donde se acumula la suciedad.