Cuidar de ti es cuidar de tu compi

Durante los paseos con nuestros perretes, especialmente si tienen dificultades emocionales o conductuales, es habitual que caigamos en un estado de hipervigilancia. Nos adelantamos constantemente a posibles escenarios: tensamos la correa por prevención, evitamos interacciones por si resultan incómodas o inseguras, y escaneamos el entorno en busca de señales de peligro, incluso antes de que algo ocurra.

Esta actitud, aunque bienintencionada, puede volverse contraproducente. Nos conecta más con la ansiedad y el control que con el presente compartido. Imaginamos situaciones difíciles que a menudo no llegan a materializarse, pero que condicionan nuestra experiencia. En ese esfuerzo continuo por anticipar, muchas veces dejamos de disfrutar del paseo.

¿Y si no ocurre nada de lo que tememos?

¿Y si el paseo, simplemente, transcurre sin incidentes? ¿Y si la conexión, el disfrute, el aprendizaje y la calma se encuentran justo ahí, en lo que sí está pasando y no en lo que podría pasar?

Centrarse en el presente es un acto de cuidado, tanto hacia nosotros como hacia nuestros compis. Significa soltar la necesidad de control absoluto y abrir espacio para el vínculo, la curiosidad compartida, el descubrimiento y la complicidad. Significa respirar, observar, acompañar, y dejar que el paseo sea un momento real de disfrute y no solo una sesión de gestión de riesgos.

El referente también necesita cuidar de sí

Nuestros perretes nos miran, nos leen, se ajustan a nuestro estado emocional. Ser su referente no implica únicamente protección: también significa ofrecer un modelo de calma, confianza y seguridad desde la conexión. Para ello, necesitamos cuidarnos.

  • Prioriza tu bienestar emocional durante los paseos.
  • Cuestiona tus pensamientos anticipatorios y date espacio para sentir el momento tal y como es.
  • Recuerda que no todo lo que podría pasar, pasará.
  • Da valor a las experiencias positivas y compártelas.

El paseo es mucho más que ir de un punto A a un punto B

Es lo que construís durante ese trayecto. Es lo que descubrís juntos, lo que aprendéis el uno del otro, lo que os fortalece como equipo. Encontrarse con un detalle simbólico en mitad de un paseo –una piedra con forma de corazón, una mirada compartida, un momento de calma inesperada– puede ser una oportunidad para reconectar con lo que realmente importa.

Si durante un paseo compartes uno de esos momentos especiales, puedes transformarlo en parte de vuestra historia. Y recordad que, a veces, lo más valioso no es la ruta ni el destino, sino el cómo y con quién se camina.

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